Piano

Piano

Lunes, 28 de Octubre de 2019
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Aquí va algo que vino a mi cabeza y decidí ponerme a escribir, no se si es un capítulo de algo que escribiré en un futuro, parte de una existencia pasada o emociones canalizadas que se expresaban a través de mi, y que más da... decidí fluir:

Cuando yo tenia 5 años mi padre me compró un piano tras el cual, sin yo saberlo, se escondía aferrada al pasado una historia que por lo visto, a menudo la gente esquivaba en sus conversaciones. La incertidumbre me fue envolviendo con los años, el tabú sobre el lado oscuro de aquel precioso instrumento musical no me dejaba vivir, y no solo por que me moleste no saber algo que pueda haber ocurrido, sino por que por las noches, mientras yo me refugiaba en la trastienda de mis apariencias para atreverme a contemplar lo que soy, metido en mi cama y a salvo del mundo parecía compartir mis pensamientos más profundos con cada tecla, como si me escuchase y acompañara con su música cada recuerdo, cada vivencia, cada secreto. Las tenues luces de la calle fría y oscura se proyectaban con fuerza sobre su artesanal madera adornada por su implacable y perfecto acabado; tan oscuro, y al mismo tiempo tan brillante me quiso ofrecer al final de cada día una porción del lado más pacífico del mundo exterior sin yo moverme de allí, solo con un turbio reflejo de lo que esconde el mundo cuando duerme, fuera de estas cuatro paredes.

El peculiar romanticismo que me sugería esa sensación de parálisis del tiempo me atrapaba mientras teñía mis neuronas de dudas y preguntas sin conexión a respuestas concretas que me llevasen al origen del misterio; y lo que es más raro, por que mi padre quiso ese piano para mi, con conocimiento de dicho pasado del que nunca ni siquiera él me quiso hablar.

Yo siempre fui muy reservada, incluso rara dirían algunos, tanto que ni yo creo conocerme a veces, o no quiero saberlo. Bien, pues llevando a cabo una de mis rarezas una noche me senté frente a tan imponente y cómplice compañero de habitación para pedirle que me hablase de él, si si !, quería conocer la historia con todo detalle pese a que era semiconsciente de que un piano no podía decir nada, o al menos, con palabras.

Me senté acomodada y guiada por mi estúpida intuición en la silla que vestía el cordial instrumento, aquel sillón era como el complemento acorde que acompaña a una persona divina, y fue cuando tras varios minutos a oscuras disfrutando de tan tranquila escena quise reaccionar para convencerme de que aquello era una tontería, pero me percaté de que estaba envuelta de nuevo en el oscuro y silencioso manto nocturno que a otros invita a dormitar, y que ahora se había aliado de la situación y mi curiosidad, haciéndome sentir un tanto impotente e incómoda. Tras esa sensación de acoso un escalofrío erizó la piel de mis piernas hasta las rodillas, haciéndome sentir esclava de mi mórbida curiosidad y víctima de decenas de sensaciones durante esos instantes. Sentí miedo, incertidumbre, pena, odio, marginación, poder, tristeza, agonía, alivio, humillación y dolor todo al unísono, provocando en mi persona una especie de trance del que sabia que no saldría, y como si de una borrachera psicotrópica se tratase, me transporté a cada situación que mi mente me mostraba asociada con cada una de esas sensaciones, cada emoción de cada ser humano de cada rincón del planeta permaneció en mi por unos instantes, pero como si eternamente pretendiesen vivir en la suitte del hotel del espacio de mi yo para siempre, e invadida por toda aquella mezcla de angustia molida brotó de mi una sola lágrima, la lágrima más dolorosa derramada en mi vida. Podía sentir como mientras nacía desgarraba todo mi elástico y vulnerable ser, llevando consigo parte de lo que nunca tuve valor de ver en mi; no pude llorar más, me bloqueé y mientras caía dejaba atrás el llanto cohibido de mi rabia y agonía de vivir, como el asesino que se fuga con las manos llenas de sangre dejando atrás el crimen que le ha ayudado a sentirse Dios haciendo sentir a otros que Dios no puede existir.

Aquella lágrima se abalanzó al vacío con la retrospectiva de una filmación a cámara lenta para finalmente estallar contra el "FA" de mi teclado, provocando lo inexplicable; la esencia del cansancio y el pesar de mi alma impregnado en esa gota hizo sonar la tecla al chocar, barriendo el polvo de los años y difundiendo en la sala, desafinado, un sonido que reverberó hasta desvanecerse, como una piedra sólida que desaparece poco a poco para convertirse en algo etéreo, como el colorido y brillante recuerdo que tiñe los días grises de algunas personas, del que se van borrando detalles hasta no recordar nada, tan triste como aceptar que la gente, buena o mala no olvida cuando se hace vieja, sino que se hace vieja cuando olvida. Y fue tras ese momento de pánico moribundo cuando me percaté de que el ser humano es estúpido por que nadie se muestra como es, no nos dedicamos a ser nuestra esencia, sino que vivimos siendo lo que hacemos para cambiar lo que somos sin saber lo que somos; de que todo es un chiste sin terminar, y no nos atrevemos a reír antes de saber el final, por si no es lo que esperamos, o desentonamos con los que todavía no ríen; de que la vida es un drama salpicado de comedia. Que nos concentramos demasiado en lo que deseamos y poco en lo que conocemos, en lugar de exprimir la esencia de lo cotidiano y escarbar en cada detalle y cada gesto; que para ser feliz no hace falta saber que lo eres, sino atreverse a ser sin más. Que en la vida no es cuestión de saber mucho, sino de olvidar poco, sobretodo lo que realmente importa, y tener presente que nadie nos recordará nunca por nuestros pensamientos ocultos y enterrados, así es que es mejor decir lo que sientes y piensas, y también hacer lo que sientes y piensas, decir "te quiero" en lugar de pensar que la otra persona ya lo sabe, que para decir ese "te quiero" sincero se necesita más valor que para matar a una persona, para eso con odio basta. He abierto los ojos y he descubierto que la gente inteligente siempre quiere aprender, en lugar de enseñar, pues el que aprende enseña a otros sin querer, y de que si nuestras intenciones son transparentes todos enseñaremos aprendiendo sin ánimo de tal fín. Descubro que no hay prisa, y que el tiempo es solo la tardanza de lo que está por venir. Descubro que lo material no es más que la cristalización de la energía y la luz que cada ser humano tiene a su disposición para evolucionar en el mundo de las formas. Que el 95 % de la realidad es invisible, y que los sentimientos no se tocan, pero sí lo que son capaces de crear. Descubro que la paciencia es la fortaleza del débil, y la impaciencia la debilidad del fuerte, de que no se trata de vivir, sino de saber para que se vive; de saber esperar a no tener prisa, de no tener prisa a saber esperar. De que la vida es todo aquello que pasa, mientras uno está ocupado haciendo otra cosa.

Mañana dejaré de encerrarme y hablar solamente para mí dentro de mi cuerpo, y ni siquiera querré descubrir por que dentro del piano estaba grabado mi nombre y mi fecha de nacimiento desde que se construyó en Francia hace dos siglos acompañado de esta frase:

No es todo lo que ves, ni ves todo lo que es,
pero tu miedo y mi música te harán aprender.

No lo dejaré para mañana.

¡Hoy viviré!

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